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Sí. casi todos los especialistas consideran esta asistencia enormemente valiosa. Por eso, el psicólogo es un miembro más del equipo en los centros de reproducción asistida.
Con carácter preventivo, una de las principales funciones del psicólogo es proporcionar a la pareja estrategias y herramientas efectivas para reducir los pensamientos y emociones negativas que pueden desarrollarse a lo largo de los tratamientos de infertilidad. El recibir apoyo psicológico al inicio del tratamiento favorece la rápidad detección de estos sentimientos y sirve para adquirir habilidades por parte de la pareja para su manejo. De esta forma, se pueden prevenir estados emocionales o transtornos psicológicos más severos e incrementar la sensación de bienestar y calidad de vida a lo largo del tratamiento. Asimismo el psicólogo puede guiar a ambos miembros hacia la expresión positiva de sus pensamientos y emociones para reducir conflictos que puedan dañar la calidad de la relación de pareja a lo largo del tratamiento. Si bien la situación ideal sería proporcionar dichas estrategias al inicio del tratamiento, de igual modo se trabajarán posibles alteraciones psicológicas que vayan surgiendo a lo largo del proceso.
Cabe la posibilidad de que alguno de los miembros de la pareja haya desarrollado en el pasado un transtorno psicológico. En estos casos se considera conveniente la evaluación y apoyo psicológico para prevenir y disminuir el riesgo de reaparición de alteraciones, consecuencia del estrés asociado a los problemas de infertilidad y las técnicas de reproducción asistida.
Sí, pueden surgir conflictos que interfieran en la relación de pareja. El tratamiento y la modificación programada de las relaciones sexuales se convierten en un importante foco de tensión y ansiedad para la pareja que se suman a los problemas cotidianos de ambos. Es conveniente mantener una elevada colaboración, implicación, así como una buena comunicación, para poder buscar ayuda el uno en el otro cuando sea necesario.
En mayor medida es la mujer la protagonista en los tratamientos de reproducción asistida. Ella es quien se somete a los tratamientos hormonales y, en última instancia, la que llevará el embarazo. Es común que el proceso sea vivido de forma diferente por cada uno de los miembros. Es frecuente que las mujeres necesiten mayor expresión de sus emociones y demanden más la atención de su pareja, mientras que el hombre se mantiene en una actitud de reserva al pensar que de esta manera proporcionará una ayuda más valiosa a su pareja. En ocasiones, las mujeres se atreven a reclamar a sus parejas mayor atención y compromiso a lo largo de los tratamientos; en otras no disponen de las estrategias adecuadas para ello y viven en solitario el proceso, incrementándose las emociones negativas, sobre todo si además se culpabilizan de su infertilidad. Otras veces, son los hombres los que viven con ansiedad las sucesivas demandas de sus parejas y sus cambios constantes de humor.
De cara a evitar desajustes emocionales, es conveniente utilizar y favorecer la comunicación positiva y directa entre ambos para solventar posibles interpretaciones erróneas y conflictos presenes y/o futuros. Es conveniente expresar las emociones, pensamientos y necesidades pero sin herir intencionadamente al otro.
Es importante que uno y otro sean conscientes de las adversidades que pueden presentarse a lo largo del tratamiento y recuerden, en todo momento, que asistir a una clínica de reproducción asistida surge del proyecto común y del extraordinario deseo de formar entre los dos una familia.
Sí, efectivamente. Cuando se les pide que tengan relaciones sexuales en un determinado momento, lo que era un ejercicio espontáneo y placentero se convierte en una obligación asfixiante que deteriora la calidad del encuentro sexual. La sexualidad como fuente de gratificación y placer se transforma en una fuente de estrés y obligación para la pareja y puede reducirse a lograr una meta exclusivamente reproductiva. El erotismo, el juego, la sorpresa, en muchos casos desaparecen. La prolongación en el tiempo de esta situación puede llegar a generar, en ocasiones, disfunciones sexuales.
En el hombre, el descenso del deseo sexual, la impotencia o disfunción eréctil y la eyaculación precoz o falta de control eyaculatorio son los principales transtornos asociados. En ocasiones, el hombre asocia erróneamente el diagnóstico de infertilidad masculina con una disminución de su virilidad o potencia sexual. En la mujer, puede darse descenso del deseo sexual, vaginismo o imposibilidad de realizar el acto sexual debido a la contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina, y dispareunia o presencia de dolor o molestia en las relaciones sexuales. La ansiedad y la tristeza son emociones que pueden afectar directamente a la calidad de las relaciones sexuales.
En estos casos, es conveniente obtener apoyo psicológico para reducir el impacto del tratamiento en las relaciones íntimas de la pareja.
Sí, la ansiedad y depresión son estados emocionales frecuentes en las parejas con problemas de esterilidad. La pérdida de la capacidad natural de reproduccón es vivida frecuentemente por los miembros de la pareja con sentimientos de tristeza y frustración, incluso agresividad, al interpretar que se les ha negado un derecho vital de todo ser humano, el ser padres. Lo que anteriormente se vislumbraba como un proyecto de vida íntimo y libre de la pareja pasa a convertirse en un proceso supervisado por médicos con tratamientos hormonales y rigurosas pautas para su consecución.
Con frecuencia, cuando existe un diagnóstico determinado, el miembro afectado se siente responsable y se culpa por ello incrementándose el malestar de la pareja. El no poder atribuir a nada la limitación de la capacidad natural de reproducir, conduce, en ocasiones, a liberar agresividad hacia uno mismo.
A nivel psicológico, uno de los momentos más difíciles para la pareja son los periodos de espera, frecuentemente denominados de forma coloquial por las mujeres como la ‘beta-espera’. Comprende el tiempo transcurrido desde la realización de una inseminación artificial o transferencia de embriones hasta la obtención del resultado de la beta-hCG, el análisis de sangre que determinará la existencia o no de embarazo. Este periodo se prolonga una media de quince días. De ser positiva la respuesta, se deberá esperar otras dos semanas para realizar la primera ecografía que informará del óptimo desarrollo del anidamiento del embrión. Durante todo este periodo, la ansiedad de la pareja se incrementa de forma considerable. Son frecuentes los comportamientos reiterados de comprobación por parte de las mujeres, es decir, estar pendientes constantemente de posibles síntomas que indiquen embarazo (naúseas, dolor de pechos,...), realización de nuevos tests de embarazo, acudir al baño con mayor frecuencia para observar posibles manchados, etc. Todas estas conductas, si bien disminuyen la angustia a corto plazo, a largo plazo generan un incremento de la ansiedad. Por tanto, es conveniente reducir al mínimo este tipo de comportamientos y sustituirlos por actividades gratificantes para la pareja que les permitan ‘desconectar’ en la medida de lo posible.
Aunque la mujer tenga un problema que disminuya su fertilidad y la posibilidad de una concepción natural, ésta en modo alguno afecta a su capacidad de proporcionar una correcta lactancia materna a su hijo. Sí es cierto que la mayor parte de fracasos en la lactancia se deben tan sólo a una desconfianza de la mujer en la capacidad de su cuerpo en dar el mejor alimento a su hijo, y las mujeres que han tenido que someterse a técnicas de reproducción asistida para ser madres suelen tener esta confianza bastante dañada. Pero biológicamente estas madres, como todas las madres, están perfectamente preaparadas para ello y con confianza y un buen asesoramiento pueden dar de lactar a sus hijos sin ningún problema.
Es raro que una pareja que ha tenido que someterse a técnicas de reproducción asistida para conseguir tener un hijo se plantee la necesidad de protección anticonceptiva después, convencida de su imposibilidad para engendrar de forma natural. Sin embargo la esterilidad absoluta es muy poco frecuente y casi se limita a los casos de azoospermia u obstrucción tubárica bilateral. En la mayoría de casos se trata de un problema de subfertilidad en los que la posibilidad de embarazo natural están disminuidas pero no son inexistentes. Por eso no es algo tan excepcional como cabría suponerse la concepción natural en parejas que previamente habían necesitado someterse a técnicas de reproducción asistida. Incluso en casos extremos de nula respuesta ovárica a la estimulación y necesidad de donación de ovocitos, conocemos casos de embarazos posteriores de forma natural. La mayoría de parejas, aun cuando no estén dispuestos a un nuevo tratamiento para conseguir un segundo hijo, estarían encantados con la sorpresa de un nuevo embarazo ocurrido de forma natural. En tales casos, lógicamente, no hay que plantearse el uso de ningún método anticonceptivo. Pero en el caso de que, cualquiera que sea la causa, los padres no deseen de ningún modo un nuevo embarazo, sí es importante el uso de un método anticonceptivo seguro dado que, aunque hayan estado intentándolo durante años antes de recurrir a las técnicas de reproducción asistida, la posibilidad de una concepción espontánea existe.