No. La selección habitual de los embriones a transferir tras una FIV o una ICSI se hace sobre criterios morfológicos y el buen aspecto del embrión, aunque se relaciona con una mayor probabilidad de conseguir el embarazo, no garantiza la ausencia de alteraciones genéticas o cromosómicas.
En la actualidad podemos recurrir al diagnóstico genético preimplantacional (DGP) que nos permite hacer un estudio genético y/o cromosómico en una o dos células extraídas del embrión de tal modo que podemos descartar una serie de alteraciones de este tipo en los embriones que transfiramos. Pero tampoco con el DGP podemos garantizar la normalidad absoluta en general de los transferidos ni a nivel genético ni cromosómico, por lo que sus indicaciones son muy precisas y no es la panacea para obtener hijos con garantías de ausencia de alteraciones congénitas. En este sentido, especialmente especto a las aneuploidías, podemos decir que la fiabilidad del DGP no es absoluta.
Aunque se descartan las más frecuentes, aquellas para las que aplicamos sondas específicas, las otras, en conjunto, suponen una cantidad no despreciable de embriones inviables. Además, la carga cromosómica de la célula biopsiada, especialmente cuando sólo se biopsia una de ellas, no siempre es exactamente igual a la del resto debido a mosaicismos o procesos de restauración. También pueden existir alteraciones parciales que incluyan duplicidades o ausencias de parte del cromosoma que de no incluir la secuencia usada por la sonda no serán detectadas en el FISH. Por último la existencia de alteraciones genéticas debidas a mutaciones sólo podrá ser diagnosticada cuando exista una sospecha en base a los antecedentes familiares y el DGP se realice con ese objetivo concreto.
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