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Sí, pueden surgir conflictos que interfieran en la relación de pareja. El tratamiento y la modificación programada de las relaciones sexuales se convierten en un importante foco de tensión y ansiedad para la pareja que se suman a los problemas cotidianos de ambos. Es conveniente mantener una elevada colaboración, implicación, así como una buena comunicación, para poder buscar ayuda el uno en el otro cuando sea necesario.
En mayor medida es la mujer la protagonista en los tratamientos de reproducción asistida. Ella es quien se somete a los tratamientos hormonales y, en última instancia, la que llevará el embarazo. Es común que el proceso sea vivido de forma diferente por cada uno de los miembros. Es frecuente que las mujeres necesiten mayor expresión de sus emociones y demanden más la atención de su pareja, mientras que el hombre se mantiene en una actitud de reserva al pensar que de esta manera proporcionará una ayuda más valiosa a su pareja. En ocasiones, las mujeres se atreven a reclamar a sus parejas mayor atención y compromiso a lo largo de los tratamientos; en otras no disponen de las estrategias adecuadas para ello y viven en solitario el proceso, incrementándose las emociones negativas, sobre todo si además se culpabilizan de su infertilidad. Otras veces, son los hombres los que viven con ansiedad las sucesivas demandas de sus parejas y sus cambios constantes de humor.
De cara a evitar desajustes emocionales, es conveniente utilizar y favorecer la comunicación positiva y directa entre ambos para solventar posibles interpretaciones erróneas y conflictos presenes y/o futuros. Es conveniente expresar las emociones, pensamientos y necesidades pero sin herir intencionadamente al otro.
Es importante que uno y otro sean conscientes de las adversidades que pueden presentarse a lo largo del tratamiento y recuerden, en todo momento, que asistir a una clínica de reproducción asistida surge del proyecto común y del extraordinario deseo de formar entre los dos una familia.
Sí, efectivamente. Cuando se les pide que tengan relaciones sexuales en un determinado momento, lo que era un ejercicio espontáneo y placentero se convierte en una obligación asfixiante que deteriora la calidad del encuentro sexual. La sexualidad como fuente de gratificación y placer se transforma en una fuente de estrés y obligación para la pareja y puede reducirse a lograr una meta exclusivamente reproductiva. El erotismo, el juego, la sorpresa, en muchos casos desaparecen. La prolongación en el tiempo de esta situación puede llegar a generar, en ocasiones, disfunciones sexuales.
En el hombre, el descenso del deseo sexual, la impotencia o disfunción eréctil y la eyaculación precoz o falta de control eyaculatorio son los principales transtornos asociados. En ocasiones, el hombre asocia erróneamente el diagnóstico de infertilidad masculina con una disminución de su virilidad o potencia sexual. En la mujer, puede darse descenso del deseo sexual, vaginismo o imposibilidad de realizar el acto sexual debido a la contracción involuntaria de los músculos que rodean la vagina, y dispareunia o presencia de dolor o molestia en las relaciones sexuales. La ansiedad y la tristeza son emociones que pueden afectar directamente a la calidad de las relaciones sexuales.
En estos casos, es conveniente obtener apoyo psicológico para reducir el impacto del tratamiento en las relaciones íntimas de la pareja.
Sí, la ansiedad y depresión son estados emocionales frecuentes en las parejas con problemas de esterilidad. La pérdida de la capacidad natural de reproduccón es vivida frecuentemente por los miembros de la pareja con sentimientos de tristeza y frustración, incluso agresividad, al interpretar que se les ha negado un derecho vital de todo ser humano, el ser padres. Lo que anteriormente se vislumbraba como un proyecto de vida íntimo y libre de la pareja pasa a convertirse en un proceso supervisado por médicos con tratamientos hormonales y rigurosas pautas para su consecución.
Con frecuencia, cuando existe un diagnóstico determinado, el miembro afectado se siente responsable y se culpa por ello incrementándose el malestar de la pareja. El no poder atribuir a nada la limitación de la capacidad natural de reproducir, conduce, en ocasiones, a liberar agresividad hacia uno mismo.
A nivel psicológico, uno de los momentos más difíciles para la pareja son los periodos de espera, frecuentemente denominados de forma coloquial por las mujeres como la ‘beta-espera’. Comprende el tiempo transcurrido desde la realización de una inseminación artificial o transferencia de embriones hasta la obtención del resultado de la beta-hCG, el análisis de sangre que determinará la existencia o no de embarazo. Este periodo se prolonga una media de quince días. De ser positiva la respuesta, se deberá esperar otras dos semanas para realizar la primera ecografía que informará del óptimo desarrollo del anidamiento del embrión. Durante todo este periodo, la ansiedad de la pareja se incrementa de forma considerable. Son frecuentes los comportamientos reiterados de comprobación por parte de las mujeres, es decir, estar pendientes constantemente de posibles síntomas que indiquen embarazo (naúseas, dolor de pechos,...), realización de nuevos tests de embarazo, acudir al baño con mayor frecuencia para observar posibles manchados, etc. Todas estas conductas, si bien disminuyen la angustia a corto plazo, a largo plazo generan un incremento de la ansiedad. Por tanto, es conveniente reducir al mínimo este tipo de comportamientos y sustituirlos por actividades gratificantes para la pareja que les permitan ‘desconectar’ en la medida de lo posible.
Aunque la mujer tenga un problema que disminuya su fertilidad y la posibilidad de una concepción natural, ésta en modo alguno afecta a su capacidad de proporcionar una correcta lactancia materna a su hijo. Sí es cierto que la mayor parte de fracasos en la lactancia se deben tan sólo a una desconfianza de la mujer en la capacidad de su cuerpo en dar el mejor alimento a su hijo, y las mujeres que han tenido que someterse a técnicas de reproducción asistida para ser madres suelen tener esta confianza bastante dañada. Pero biológicamente estas madres, como todas las madres, están perfectamente preaparadas para ello y con confianza y un buen asesoramiento pueden dar de lactar a sus hijos sin ningún problema.
Es raro que una pareja que ha tenido que someterse a técnicas de reproducción asistida para conseguir tener un hijo se plantee la necesidad de protección anticonceptiva después, convencida de su imposibilidad para engendrar de forma natural. Sin embargo la esterilidad absoluta es muy poco frecuente y casi se limita a los casos de azoospermia u obstrucción tubárica bilateral. En la mayoría de casos se trata de un problema de subfertilidad en los que la posibilidad de embarazo natural están disminuidas pero no son inexistentes. Por eso no es algo tan excepcional como cabría suponerse la concepción natural en parejas que previamente habían necesitado someterse a técnicas de reproducción asistida. Incluso en casos extremos de nula respuesta ovárica a la estimulación y necesidad de donación de ovocitos, conocemos casos de embarazos posteriores de forma natural. La mayoría de parejas, aun cuando no estén dispuestos a un nuevo tratamiento para conseguir un segundo hijo, estarían encantados con la sorpresa de un nuevo embarazo ocurrido de forma natural. En tales casos, lógicamente, no hay que plantearse el uso de ningún método anticonceptivo. Pero en el caso de que, cualquiera que sea la causa, los padres no deseen de ningún modo un nuevo embarazo, sí es importante el uso de un método anticonceptivo seguro dado que, aunque hayan estado intentándolo durante años antes de recurrir a las técnicas de reproducción asistida, la posibilidad de una concepción espontánea existe.
Una vez conseguido el embarazo con técnicas de reproducción asistida y confirmada la normalidad de éste, la evolución del embarazo y del parto son exactamente iguales que si la concepción hubiese tenido lugar de forma natural. El hecho de que estos embarazos se den generalmente en mujeres de más edad y sea mayor la tasa de embarazos gemelares hacen que aumente la posibilidad de cesárea, pero no porque la concepción haya tenido lugar con técnicas de reproducción asistida.
Es cierto que en los comienzos de la reproducción asistida, la finalización de estos embarazos mediante cesárea era muy superior al resto de embarazos, pero esto se debía a una serie de conceptos equivocados que ya están, o deberían estar, plenamente superados.
Hace años era común ver cesáreas indicadas por ‘feto valioso’, especialmente aplicadas a los casos de embarazos conseguidos in vitro. Aparte de lo absurdo que es suponer mayor valor a una vida por el modo de su concepción, el argumento que sostenía esta indicación era que en estas mujeres esta podía ser la última posibilidad de ser madres y había que evitar cualquier posible riesgo en el parto, mientras que en embarazos espontáneos la madre podría tener otro embarazo sin más problemas. El argumento suponía que la cesárea suponía más riesgos para la madre pero era más seguro para el bebé. Actualmente sabemos que esto no es así y que una cesárea sin una correcta indicación médica supone también riesgos innecesarios para el hijo, lo que debe llevarnos, tanto a reducir el número de cesáreas innecesarias que actualmente se realizan, como a actuar con estos embarazos como con cualquier otro, realizando una cesárea sólo si hay una clara indicación médica.
En este objetivo de reducir el intervencionismo exagerado actual y disminuir la elevada tasa de cesáreas juega un papel importante la actitud de las propias madres que están reclamando una actitud protagonista en el parto y un mayor respeto al proceso biológico del nacimiento. En aquellas mujeres en las que fracasó ‘la naturaleza’ para conseguir el embarazo y tuvieron que recurrir a los avances médicos, es menos frecuente esta actitud y suelen ver con buenos ojos, cuando no exigen, la programación de una inducción o de una cesárea electiva.
Después del parto, muchísimo trabajo y muchísimas satisfacciones. En ambos casos no calcules el doble, sino mucho más, pero para tus hijos va a ser un auténtico lujo poder contar con un amigo de su misma edad ‘a tiempo completo’.
Durante el embarazo las incomodidades propias de éste también van a ser mayores y los riesgos tanto para la madre como para los bebés también son algo superiores a los de un embarazo sencillo. De todos modos los mayores riesgos en los embarazos múltiples se dan en el caso de ‘gemelos’ idénticos o monocoriales, aquellos que provienen de un sólo óvulo y un solo espermatozoide y que son genéticamente idénticos. En estos casos sí que las complicaciones son frecuentes y serias y la mortalidad fetal es alta, llegando hasta a un 50 % en los casos en que comparten una sola bolsa.
Los casos de embarazos múltiples por el uso de técnicas de reproducción asistida son siempre de ‘mellizos’. Dos hermanos genéticamente distintos sin más parecido que el propio entre dos hermanos y cada uno con su propia bolsa y placenta. En estos casos las molestias propias del embarazo (desde los vómitos del principio a los dolores de espalda del final) suelen ser mayores, y existe un mayor riesgo de parto prematuro o bajo peso al nacimiento. Este riesgo de prematuridad no suele ser muy grave y el embarazo no requiere controles muy distintos de los de un embarazo sencillo.
En el momento del parto lo importante es, como en el caso de un embarazo sencillo, que el primero se sitúe de cabeza. En este caso, y especialmente si el segundo hermano se coloca también en posición cefálica, se puede intentar un parto vaginal con las mismas posibilidades de conseguirlo que en el caso de un solo feto.
Otra cosa son los embarazos de tres o más fetos, en los que, aunque estén en bolsas separadas, los riesgos de prematuridad son muy importantes y el parto se realiza siempre por cesárea. Por ello sólo se transfieren tres embriones de forma excepcional y nunca más de tres.
Ni lo uno ni lo otro. las malformaciones congénitas se dan en entre un dos y un cinco por ciento de los nacimientos fruto de técnicas de reproducción asistida, exactamente la misma frecuencia que se da en los embarazos espontáneos.
la evidencia estadística descartó hace tiempo los temores iniciales que se tenían sobre un hipotético aumento de dichas malformaciones debido a la medicación, a la agresión de un ambiente externo artificial o a la misma interferencia en la propia selección natural.
Tampoco es cierta la idea contraria de quien piensa que al seleccionar, especialmente en la ICSI, el ovocito, el espermatozoide y el embrión de mejor calidad, los riesgos de malformaciones fetales pueden disminuir. Esto no es cierto ni siquiera con el diagnóstico genético preimplatacional, dado que la información proporcionada por éste no guarda relación alguna con la aparición de dichas malformaciones. Ni siquiera el DGP garantiza la no necesidad de diagnóstico genético prenatal por la ya comentada falta de una fiabilidad absoluta.
Por todo ello las indicaciones para un despistaje morfológico ecográfico de malformaciones anatómicas del feto la valoración del riesgo para la realización de técnicas invasivas de estudio genético prenatal, como la biopsia de corion o la amniocentesis, son las mismas en embarazos obtenidos mediante técnicas de reproducción asistida que cuando éste tiene lugar de forma natural.
Si. No tanto achacable a las técnicas de reproducción asistida en sí mismas sino a la causa subyacente al problema de esterilidad. En los casos de baja reserva folicular, como una edad elevada, en los que el ovario debe recurrir a ovocitos con mayor porcentaje de aneuploidías, se produce tanto una dificultad en su fecundacion como un aumento del número de abortos precoces porque muchos de los embriones implantados tienen también aneuplodías inviables.
Algunas enfermedades como la endometriosis, el síndrome de ovarios poliquísticos, el hipotiroidismo o la presencia de un hidrosálpinx a la par que dificultan la implantación aumentan el riesgo de una interrupción precoz del embarazo. Aunque en menor medida, los embarazos conseguidos con citrato de clomifeno presentan un ligero aumento en la tasa de abortos precoces que los embarazos espontáneos.
También el riesgo de embarazo ectópico tubárico es ligeramente mayor cuando se consigue con técnicas de reproducción asistida que cuando se hace de forma espontánea.
Este embarazo ectópico tiene lugar cuando la implantación del embrión tiene lugar fuera de la cavidad uterina. Normalmente puede resolverse con tratamiento médico pero en ocasiones precisa de una intervención quirúrgica. La causa de la mayoría de ellos suele estar en un mal funcionamiento de las trompas que estaba detrás también de la dificultad para conseguir el embarazo.
También en la transferencia embrionaria tras una FIV, aunque el ovocito fecundado no debe atravesar las trompas para llegar al útero, existe en ocasiones un flujo retrógrado del útero hacia las trompas que arrastra al embrión causando qe éste se implante en elas. La tasa global de embarazo ectópico tras una técnica de reproducción asistida es de un 5 % frente al 1 % de incidencia en los embarazos espontáneos.
Como vimos en su momento, la hCG (Gonadotropina coriónica humana) es una hormona que produce exclusivamente el corion, la estructura que dará lugar posteriormente a la placenta. Una vez se implanta el embrión en el endometrio esta hormona pasa a la sangre de la madre, con lo que su detección en sangre u orina es señal inequívoca de la existencia de un embarazo.
A partir del duodécimo día tras la inseminación o la punción puede detectarse en orinas muy concentradas, como la primera de la mañana, la presencia de hCG mediante un sencillo y barato test de embarazo en orina. Sin embargo es aconsejable esperar al día 14º para que su fiabilidad sea mayor. La fiabilidad del test en orina es similar a la determinación en sangre, pero sólo permite saber si existe o no la hormona. Si por el motivo que sea necesitamos saber la cantidad exacta de hormona producida, como para poder monitorizar su ritmo de crecimiento, es necesario recurrir a la determinación en sangre de una de las dos subunidades de la hCG, que es la más específica: la beta-hCG o 'beta'.
Como la hCG puede ser detectada incluso antes del momento en el que baja la menstruación si no hay embarazo y al menos dos semanas antes de que éste pueda ser detectado ecográficamente, son frecuentes las detenciones de un embarazo tras un test positivo antes de que haya podido ser visto en la ecografía. Estos embarazos de los que sólo tenemos como prueba de su existencia la positividad de una determinación analítica, ya sea de sangre o de orina, sin confirmación ecográfica, es lo que llamamos embarazo bioquímico. Cuando la gestación evoluciona favorablemente y alcanzamos a visualizar el saco gestacional en la ecografía hablamos de embarazo clínico o ecográfico.
La interrupción precoz de un embarazo bioquímico es, lógicamente, un visto como un fracaso por la pareja, pero nos permite saber que han podido superarse todos los posibles obstáculos, unos diagnosticables y otros no, que impiden la implantación del embrión en el endometrio, lo que proporciona un claro optimismo en las expectativas de ciclos sucesivos.
Sólo hay dos tratamientos que se prescriben de forma rutinaria en todos los casos. Uno es un suplemento de progesterona, que es la misma hormona que produce el ovario tras la ovulación y hasta que la placenta se hace cargo de su producción y que, en caso de embarazo, te aconsejarán seguir tomándola durante el primer trimestre. El otro es un suplemento de ácido fólico, una vitamina presente sobradamente en una dieta sana y variada, pero que algunas personas no metabolizan y aprovechan adecuadamente, estando relacionado su déficit con un mayor riesgo de espina bífida. Para evitar este problema basta con tomarlo durante el primer trimestre, pero quizá te aconsejen tomarlo durante todo el embarazo porque parece prevenir también problemas de retraso e crecimiento o de parto prematuro. Dependiendo de las características de cada mujer, también pueden prescribirse otros tratamientos preventivos como suplementos de estrógenos, de iodo, de hierro o de determinadas vitaminas o bien dosis bajas de aspirina u otros.
Respecto de otros tratamientos que pueda estar tomando la mujer o pueda necesitar en ese intervalo o durante el embarazo es importante que si se trata de un tratamiento continuo por una enfermedad crónica acuda al especialista correspondiente en el momento de comenzar a buscar el embarazo para saber si llegado el caso debe suspender o sustituir la medicación habitual por otra. Despues de descubrir en los años 60 que la ingesta de algunos medicamentos durante el embarazo, especialmente en el primer trimestre, puede causar malformaciones y de lanzar una agresiva campaña advirtiendo a las embarazadas, es importante ahora precisar mucho esta idea que ha calado muy hondo en todas las mujeres. La mayoría de los fármacos son inocuos durante el embarazo y en muchos casos lo que es perjudicial es no tomarlos si se precisan. Lo que es importante es no automedicarse porque algunos fármacos si son peligrosos, pero tampoco es correcto dejar de tomar una medicación prescrita por un médico que conoce la existencia de la gestación.
Prácticamente ninguno. Tras los veinte o treinta minutos de reposo tras una inseminación artificial o una transferencia embrionaria se puede reanudar una vida absolutamente normal, incluyendo la actividad laboral o las relaciones sexuales. Cualquier cambio en las rutinas habituales no aumentará las posibilidades de embarazo y sí supondrá una mayor ansiedad en ese difícil tiempo de espera hasta saber si el tratamiento ha sido exitoso o no.
Los agentes teratógenos como las radiaciones ionizantes, algunos tóxicos laborales, determinados fármacos, etc. que deben evitarse durante el primer trimestre del embarazo por el riesgo de producir malformaciones en el embrión deben evitarse también en este momento, pero es importante señalar que si por alguna causa no pueden ser evitados, el riesgo durante estas dos semanas es de producir un aborto, nunca de ocasionar malformaciones embrionarias porque el desarrollo de los distintos órganos del embrión todavía no ha comenzado.
El consumo de café debe reducirse a una o dos tazas al día y es el momento adecuado para dejar de fumar. Una vez instaurado el embarazo no tomar nada de alcohol y, sobre todo, no consumir cocaína que es el tóxico más perjudicial para el desarrollo del sistema nervioso del embrión.
Es el procedimiento de recepción de embriones congelados procedentes de una donación. Estos embriones son transferidos al útero de la mujer receptora con el fin de lograr la gestación. Los embriones utilizados proceden de ciclos de FIV, se encuentran congelados y han sido donados con este fin.
La recepción de embriones es un acto secreto, anónimo y destinado a que los embriones puedan ser utilizados para tratamientos de reproducción asistida en mujeres en los que estén científica y clínicamente indicados. Las indicaciones para la donación de embriones son las mismas que para la donación de ovocitos y de semen conjuntamente.
La mujer receptora recibe un tratamiento hormonal* que prepara el útero para la transferencia embrionaria, que consiste en el depósito de los embriones en la cavidad uterina a través de la vagina. Es un procedimiento ambulatorio que no precisa anestesia ni ingreso.
El número de embriones transferidos al útero no puede ser superior a tres en un ciclo. Los pacientes recibirán del equipo biomédico la información necesaria para decidir el número de embriones que se deben transferir, con la intención de obtener el embarazo y evitar en lo posible la gestación múltiple.
La recepción de embriones donados es una técnica de reproducción asistida cuya probabilidad de gestación por ciclo esta alrededor del 40 %.
Dado que la ley de reproducción italiana prohíbe la congelación de embriones, ha sido en este país donde se comenzó a congelar ovocitos. La Universidad de Bologna fue el grupo pionero en la aplicación clínica de la técnica, utilizando para ello un protocolo de congelación lenta (rutinariamente utilizado en la congelación de embriones) con ligeras modificaciones.
Un moderno método desarrollado por investigadores japoneses ha mejorado significativamente las posibilidades de lograr un embarazo a partir de óvulos vitrificados. La vitrificación se logra al extraer el agua del interior de los óvulos para luego enfriarlos en nitrógeno líquido hasta alcanzar en sólo un segundo una temperatura de -196 grados.
A la fecha, ya son más de 400 los bebes nacidos en todo el mundo gracias a esta técnica denominada Cryotop, que desde el año pasado se utiliza también en diversos centros de Reproducción Asistida en España en mujeres que deben ser sometidas a tratamientos oncológicos o que desean preservar su fertilidad para el futuro. Con las técnicas previas de criopreservación de óvulos se necesitaban cien de estas células para lograr un embarazo.
Actualmente las tasas de embarazo obtenidas por los cincuenta centros de fertilización asistida que la emplean actualmente en todo el mundo oscilan entre el 33 y el 65 por ciento”.
Para poder recurrir a técnicas como la FIV o la ICSI es necesario que los ovarios respondan al estímulo hormonal produciendo óvulos que poder extraer y fecundar en el laboratorio.
Existen casos en los que esto no es posible, bien sea por una falta de desarrollo de los ovarios, por su extirpación quirúrgica o por el cese de su actividad o menopausia, ya sea ésta debida a la edad o a otras causas como un tratamiento oncológico.
Otras veces, sin conseguir saber la causa, los ovarios no responden a la estimulación o, pese a conseguir buenos ovocitos, los resultados de la transferencia son repetidamente negativos.
En todos estos casos la opción que queda es la donación de ovocitos en la que mediante FIV o ICSI se fecundan con semen de la pareja los ovocitos obtenidos de una donante. Como en el caso de los donantes de semen, las donantes de ovocitos son jóvenes sanas, entre 18 y 35 años, que participan de forma voluntaria sometiéndose al mismo tratamiento de inducción de la ovulación y punción folicular que el descrito para las pacientes.
Como cualquier otra donación de órganos, la participación es altruista sin remuneración económica, aunque dadas las especiales características del caso suele darse una pequeña compensación económica por los trastornos ocasionados (desplazamientos, tiempo perdido, etc.) igual que en las donaciones de órganos postmortem suelen cubrirse los gastos de sepelio. El anonimato está garantizado en ambos sentidos; ni la pareja puede recibir información alguna de la donante, ni ésta puede saber nada del destino de sus ovocitos. Por tal motivo está expresamente prohibida la elección de la donante entre conocidos, amigos o familiares. La selección de la donante para cada pareja la realiza el centro en función de las características y genotípicas y fenotípicas de la pareja de la receptora: grupo sanguíneo y Rh, altura, complexión, color de piel, pelo y ojos,....
La fecundación se realiza con ovocitos frescos inmediatamente tras su extracción, por lo que la receptora suele recibir un sencillo tratamiento hormonal que sincronice su endometrio con el ciclo de la donante. Tras la fecundación, el seguimiento, la selección y transferencia de los embriones es exactamente igual a cuando se realiza con ovocitos propios.
Una indicación todavía discutida del DGP es el llamado screening o cribado de aneuploidías que plantea descartar en la selección de los embriones a transferir la existencia de algunas de las cromosomopatías más frecuentes, la mayor parte de ellas incompatibles con la vida y causa frecuente de abortos precoces. Por ello se plantean como posibles beneficiarias de esta técnica las parejas con abortos de repetición, la mayor parte de ellos debidos a aneuploidías, o las mujeres mayores de cuarenta años en las que la menor tasa de implantación y embarazo y el mayor riesgo de aborto precoz se debe también a esta causa. De esta forma se evita la transferencia de estos embriones aneuploides. La principal desventaja es que en estos casos lo que buscamos finalmente es aumentar las tasas de embarazo a término y, si bien evitando la transferencia de embriones inviables conseguimos una mejoría, la agresión que supone la biopsia hace que la tasa de implantación de un embrión normal sea menor que la del mismo embrión normal si no se el hubiese realizado el DGP. Por ello el cribado de aneuploidías será más eficaz cuanto mayor sea el riesgo de aneuploidías en los embriones obtenidos con la FIV y, por lo tanto, más estricto se sea en las indicaciones en cuanto al número de abortos previos o la edad materna.
Las dudas sobre la indicación del DGP como cribado en parejas que de todos modos tendrían que someterse a una FIV para conseguir el embarazo, aumentan enormemente cuando se plantean a parejas con abortos de repetición pero que consiguen embarazo espontáneo sin problemas.
La biopsia embrionaria necesaria para el DGP consiste en hacer un pequeño orificio en la envoltura del embrión de seis u ocho células, en D+3 y extraer de su interior mediante aspiración una o dos células cuya carga genética y cromosómica es, a priori, similar a la del resto de células. En estas células aplicamos la técnica de FISH (hibridación in situ con fluorescencia) en la que unas sondas fluorescentes se unirán a secuencias genéticas concretas del ADN de dichas células.
La selección de las sondas usadas dependerá de la indicación del DGP y nos proporcionará un tipo u otro de información. Si utilizamos sondas para secuencias específicas de los cromosomas sexuales (X e Y) el FISH nos permitirá ver en el núcleo de las células de embriones femeninos dos puntos luminosos correspondientes a los dos cromosomas X y en las de embriones masculinos una para el X y otra para el Y de distinto color. Esta información nos permite hacer una selección del sexo de los embriones a transferir, únicamente permitido por la legislación española en los casos de herencia ligada al sexo. En tales casos, como la hemofilia, la mutación genética responsable se encuentra en un cromosoma X.
En otros casos alguno de los padres puede tener una pequeña alteración en alguno de sus cromosomas (traslocaciones, inversiones,...) que no le ocasionan ningún síntoma, pero que favorecen el riesgo de que sus hijos padezcan una alteración cromosómica severa en dichos cromosomas. En tales casos el uso de sondas para secuencias específicas de dichos cromosomas nos permite asegurar que el embrión a transferir aporta el par de cada uno de los cromosomas afectos necesario para su normalidad.
Otra posibilidad, si la enfermedad hereditaria a descartar es causada por una mutación conocida en el ADN y existen sondas específicas para dicha mutación, el DGP nos permite seleccionar los embriones que no la presentan.